lunes, 16 de abril de 2007

Articulo

Franklin Portillo C.I: 16.468.515
dice:

PLANTAS VS. INSECTOS

Indirectamente, la alimentación de las plantas depende de los animales, ya que los desechos de estos recuperan los nutrientes del suelo, y general parte del carbono atmosférico que los vegetales requieren para vivir.
Pero algunas plantas, a lo largo de la evolución, han sumado a su régimen habitual la capacidad de alimentarse directamente de animales. ¿Y quiénes suelen ser las principales víctimas? Los insectos. Existen dos clases de plantas con flores carnívoras: las atrapadoras activas y las pasivas. Entre las primeras, la Dionaea muscipola es la más famosa. Su hoja se cierra como una bisagra cuando un grillo o una araña tienen la mala suerte de tocarla.
Entre los atrapadores pasivos se destacan las plantas jarro, donde toda la hoja funciona como un recipiente. Como en el género Sarracenia de Norte América. Mediante colores y aromas, la presa es atraída hasta el interior del jarro, donde es atrapada y digerida por el líquido de la trampa.
Otras plantas funcionan como un “papel cazamoscas”; es el caso de las especies de los géneros Drosera y Pinguicola. Poseen glándulas en sus hojas, que segregan unas gotas adhesivas. Los insectos voladores, fascinados por el color o el mismo brillo de esas gotas, se posan... y quedan pegados. Sus esfuerzos por escapar excitan más glándulas, y es peor. La cantidad de presas que puede atrapar una planta carnívora es notable. En un experimento realizado, una hectárea de Drosera capturó en poco tiempo seis millones de mariposas. De las aproximadamente 250.000 especies de plantas con flores, sólo unas 400 son carnívoras. La mayoría subsiste en hábitat pobres en nutrientes. Pero no en insectos.


INSECTOS VS. INSECTOS


Las patas posteriores firmemente apoyadas; el tórax levantado; la pinza espinosa que forman las patas anteriores, lista para actuar. Así, verdosa o pardusca, mimetizada con la planta donde vive, la Mantis religiosa espera a su presa. Una mosca vuela por allí. En un instante, tan breve que el ojo humano no alcanza a captarlo, la mantis la tiene en sus garras y comienza a devorarla. La mosca, aún viva, no tiene forma de evitar su destino. La escena es aterradora, pero muy frecuente en el mundo de los insectos. Sencillamente, unas cuantas especies se comen a otras, a veces sin dificultad, a veces tras verdaderas batallas. Incluso hay conflictos en el interior de la misma especie. Habitualmente, la propia Mantis religiosa hembra se come al macho durante o después del apareamiento. Aunque en general es herbívoro, el insecto palo también práctica el canibalismo. Los machos escarabajos con cuernos luchan entre sí por la posesión de las hembras en celo.

El repertorio de armas es formidable. La hormiga león, por ejemplo, pone sus huevos en terrenos arenosos. Sus larvas poseen mandíbulas muy desarrolladas, y son depredadoras. Para capturar su alimento, construyen un cono invertido en la arena, en el centro del cual se sitúa la larva, asomando únicamente sus mandíbulas. Cuando algún insecto, por ejemplo una hormiga, entra en el embudo, la larva cabecea bruscamente arrojándole así granos de arena. La hormiga cae al fondo del embudo donde es atrapada. Las tijeretas de ribera (Labiduria riparia) tiene en su parte posterior enormes pinzas que emplean para defenderse y para cazar los insectos de los que se alimenta. Las avispas, ya se sabe, insensibilizan a sus víctimas mediante picaduras en los centros nerviosos, picaduras que las mantienen vivas pero incapaces de todo movimiento.


Los científicos creen que estructuras similares a los ojos de los insectos podrían tener usos médicos.



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